Rodear con los brazos a una persona es una de las formas más auténticas de comunicación no verbal y expresión emocional y, además, ayuda a mejorar y sanar nuestras relaciones.
Los abrazos, abrigos para el alma.
Probablemente existan pocas terapias naturales tan sencillas, económicas y agradables como las de dar y recibir abrazos, un bálsamo para el cuerpo y el alma, según la creadora del “sistema de abrazoterapia“, Lía Barbery, quien indica que es “útil cuando sobran las palabras o no encontramos las adecuadas, y es un gesto en el que se compromete, desde la mirada, hasta el latir del corazón”.
Al abrazarnos comunicamos con alta eficacia las emociones que experimenta nuestro cuerpo y que nuestros sentimientos quieren trasmitir. Son una expresión pura del corazón que trasciende los idiomas.
El abrazo no es una cuestión de aptitud, sino de actitud frente a la vida.
Un estímulo sanador
«Estímulo abrazo”. Es sanador, entre otras cosas, porque induce una variada respuesta química en nuestro cerebro, consistente en la liberación de lo que podrían llamarse unos “antibióticos naturales”.
Al abrazar, nuestro organismo libera sustancias tales como la oxitocina, conocida como la hormona del apego y el afecto; las endorfinas, que favorecen la sensación de bienestar, y la somatotropina u hormona del crecimiento, entre otras.
¡Un regalo ecológicamente natural!
Los abrazos proporcionan beneficios de forma integral al ser humano ya que, gracias a ellos, mejora la gestión de las emociones y experimenta desbloqueos emocionales y físicos.
Rodear y estrechar con los brazos a una persona en señal de cariño, fortalece la autoestima, porque se produce una mayor aceptación y reconocimiento de uno mismo y del prójimo, desarrollándose la empatía y la asertividad.
Mayra Díaz