¿Cómo crecer personalmente?
En primer lugar, queriendo. Teniendo la voluntad de avanzar. Desarrollando un interés más allá de la propia hiper especialización profesional. Sabiendo que hay algo más que ganar dinero o que sobrevivir a la vorágine laboral. O precisamente por eso, para sobrevivir a esa dinámica competitiva en la que estamos instalados y que nos está destruyendo.
Llegados a ese punto, ¿qué hacemos? ¿Nos apuntamos a yoga o hacemos un curso de reiki? Pues cualesquiera de las esas dos opciones son buenas, pero si lo que queremos es comprendernos mejor, comprender mejor al otro, gestionar mejor las emociones, resolver conflictos personales con los que tenemos ciertos bloqueos, manejarnos mejor con esas emociones que no siempre podemos controlar, lo mejor es iniciar un camino de compromiso consigo mismo.
Conocerse mejor
Y ese compromiso pasa en primer lugar por conocerse mejor. Conocerse como paso previo a aceptarse. Porque si no te aceptas, no puedes ni dar, ni crecer, ni nada.
Y conocerse implica bucear en tu inconsciente. En eso que forma parte de ti pero que no conoces de ti mismo. En definitiva, practicar el autodescubrimiento de tu yo completo. Ese yo que posiblemente ha quedado afectado por unas heridas de la infancia o por ciertos impulsos que se han escondido y reprimido para manejarnos mejor en la sociedad que nos ha tocado vivir.
Saber perdonar
Y crecer es también saber perdonar. Perdonar las ofensas o los intentos de ofensas. Porque si has crecido, es más complicado que puedan ofenderte. El perdón llega cuando te das cuenta de que no había nada que perdonar, sino algo que comprender.
Si alcanzamos ese punto, es que hemos llegado a un nivel de comprensión y compasión elevado.
Cambiar
El camino de compromiso debe seguir avanzando hacia un cambio. Debemos de salir de esa, muchas veces incómoda zona de confort. Cambio de prioridades, cambio de costumbres, cambio en nuestra mirada. Esa mirada que ya no es la misma a partir de iniciar ese crecimiento. Porque juzgaremos menos al otro, seremos más compasivos, adoptaremos menos el rol de víctimas, echaremos menos la culpa de lo que nos pasa a los demás, dejaremos de ver enemigos donde no los hay y nos responsabilizaremos más de nuestros propios actos. En definitiva, maduraremos.
Y llegados a ese punto, es probable que ya no necesitemos ir al psicólogo o dejar a esa pareja sobre la que hemos proyectado nuestras propias carencias.
Porque estaremos bien. Estaremos adaptados a nosotros mismos aceptando lo que somos y tenemos.
En ese estado de bienestar no perfecto, no miraremos tanto al pasado. Tampoco al futuro. Seremos más capaces de estar y disfrutar de nuestro aquí y de nuestro ahora.
Mayra Díaz Tabares
Directora de Mundo Mayra